Guy Roques de nuevo nos sugiere pensar a la vez que nos entretiene con sus escritos y la lectura de los mismos.
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Creo que el libro que más trabajo me ha costado es “Competiciones y Competidores” prologado por Josetxo Martínez, editado por Sekotia y actualmente en venta con otros libros míos en “Rhodani Pesca”. Con la idea de presentar una vista objetiva de las competiciones de pesca con mosca recogí un montón de opiniones y entrevistas a favor o en contra de las competiciones. Tuve que reunir en una construcción lógica elementos muy dispares y traducir fielmente todos los documentos que coseché a duras penas entre los competidores franceses.
Cerré el manuscrito con la satisfacción del trabajo cumplido y sin embargo un poco más tarde, después de enterarme de que se habían denunciado nuevas trampas en varias competiciones, me di cuenta de un fallo que era no haber indagado lo suficiente la mentalidad del tramposo. Se me ocurrió leyendo otra vez, como en mis lejanos estudios universitarios, El Buscón de Francisco de Quevedo. El protagonista del libro que se llama Don Pablos (con S) por una necesidad interior de lucirse, de atraerse los honores, de ser aplaudido por el “qué dirán” persigue una vana y ficticia honra que pronto se conocerá en toda la literatura del siglo XVII por “la Negra Honrilla ” cuya particularidad es que no se logra por los méritos, como en los tiempos de las novelas de caballería, sino por el dinero que se convierte en el medio indispensable para conseguirla.
“Don Pablos incurre en el yerro de creer que las apariencias pueden suplantar la realidad…y piensa que el parecer a fuerza de insistir y con el concurso del peculio, desemboca en el ser.” (La Vida del Buscón, Estudio preliminar)
Pues esta visión del personaje del Buscón, presentado siempre por Quevedo como un diestro simulador que aspira a transfigurar la realidad por medio del engaño, es exactamente, varios siglos después, la definición del tramposo en varios sectores de las actividades humanas, desde luego, pero también, volviendo a nuestras truchas, en las competiciones de pesca. Como en todos los deportes, en los concursos se necesitan árbitros. La pena es que a veces hay árbitros (me refiero exclusivamente a los árbitros remunerados) que favorecen o intentan favorecer la debilidad humana. Sé de uno que, controlando a un competidor notoriamente adinerado, le ofreció marcarle los peces que quería a 50 Euros por pieza. Conozco también situaciones inversas con competidores que ofrecieron dinero para rellenar la plica.
Aunque no se trate de una corrupción directa, por estas mismas razones soy enemigo de premiar a los primeros de una competición con dinero. No me parece mal que se organice un concurso para reunir pescadores, muchas veces amigos, con el aliciente de competir en una fiesta de la pesca pero me temo que los premios en euros produzcan un efecto “doping” totalmente opuesto a la finalidad y a la ética de nuestro deporte.
Con satisfacer la “negra honrilla” de salir entre los primeros (si hace falta) creo que basta.
-- gR -- Verano 2013
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